jueves, 31 de enero de 2013

Domingo IV- Tiempo Ordinario C


EVANGELIO DE SAN LUCAS
En aquel tiempo comenzó Jesús a decir en la sinagoga: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras que salían de sus labios. Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”
Y Jesús les dijo: “Sin duda me recitaréis aquel refrán: <<Médico, cúrate a ti mismo>>. Haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”.
Y añadió: “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio”.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.



Comentario

Durante estos primeros domingos del año, observamos las consecuencias de la humanización de Dios en Navidad: el agua de los viejos ritos se convierte en el vino de la vida y de la alegría en las bodas de Caná; los pobres y marginados son los destinatarios preferentes del cariño y la acción salvadora de Dios, y los extranjeros, despreciados y excluidos, entrarán en su Reino como los primeros agraciados.
Jesús proclama amnistía general para todos y confirma a sus vecinos de Nazaret que hoy se cumple este mensaje del Tercer Isaías. Jesús ha borrado la imagen de un Dios vengativo y discriminador. Es la hora de la misericordia de Dios.
Este cambio de imagen enfurece a sus vecinos, que apelan a su origen humilde. ¿Quién se ha creído que es? ¿el hijo de un carpintero va a darnos lecciones? Y le exigen milagros como en Cafarnaún. Pero Jesús les recuerda el comportamiento de Dios en el Antiguo Testamento con la pobre viuda de Sarepta o el general sirio Naamán aquejado de lepra.
Sus palabras no agradan a los paisanos, que tratan de solucionar las diferencias por la vía rápida: despeñar a Jesús por un barranco. Aquel día en Nazaret, su pueblo, comenzó la pasión del Señor. Dos o tres años después, el pueblo entero lo empujará fuera de la ciudad, a un cerro, y lo asesinará colgándolo de un madero. Desde Nazaret se vislumbra ya su trágico final.
Nosotros creemos que no acabó todo con la ejecución de aquel hombre: Jesús se abrió paso entre la muerte y se fue con Dios: un Dios que sólo sabe de ternura, acogida entrañable y perdón, el Dios de Jesús, nuestro Dios.